En la antesala de un nuevo proceso electoral los intereses de: grupos, de facciones, de partido, de relaciones de poder apuntan sus acciones a mantenerse en el estrato de la política, Chiapas, no son la excepción, sino un eslabón más de una cadena de actitudes y acciones para mantenerse en la cúpula de poder con la ejecución de sistemas y ampliación de actividades programadas.
El teatro político montado por César Amín González Orantes, sus seguidores cómplices y socios, es justamente parte del entramado para avasallar la candidatura por la presidencia municipal de Tapachula a los otros partidos y candidatos, con su red de complicidades que hoy trabajan para él y usan al Partido Revolucionario Institucional (PRI), para tener legitimidad política, pero su verdadero y oscuro fin es tener desde el Palacio Municipal una red que pueda controlar los movimientos incluyendo al del crimen organizado que en muchas ciudades son los que dictan las directrices del juego por ser de ellos el origen de los recursos para comprar conciencias y acallar voces.
En estas próximas elecciones el también llamado “gasolinero”, está invirtiendo un gran capital económico, muchos presumen que se trata de dinero de facciones afines y parte del acumulado por años, en negocios no claros ni lícitos como su propio ganado, ranchos, propiedades, agricultura y en estaciones de servicio gasolinero, todo ello luego de ser el receptor de los turbios negocios adheridos, según revela una investigación periodística realizada en años pasados por el periodista costeño Juan Pablo Colli que señalan posible liga con del narco en la región Costa de Chiapas.
Derivado de esas narraciones la paga que amasó González Orantes tendría como origen la narcopolítica, dinero manchado con sangre, una actividad que a sus miembros deja sobre su conciencia no solo lo relacionado con el tráfico de drogas en la zona, sino ejecuciones, ajustes de cuentas, daños a la salud de jóvenes, niños y todo aquello que deriva en muerte producto de los negocios de la delincuencia organizada que aún hoy en día opera en la zona de la Costa.
Si bien es cierto que César Amín González Orantes no jaló el gatillo como directo responsable, pero en su momento no hizo nada por qué no lo hicieran, lo que implicaría un acto de omisión y complicidad, protección, encubrimiento, incapacidad y soberbia; cada uno de estos adjetivos le viene “como anillo al dedo”, a quien pudo como Ministerio Público ejercer acciones en contra de la delincuencia, pero no lo hizo.
Como diputado federal tampoco movió un dedo para ejercer presión sobre los temas de tráfico de armas, tráfico de drogas y tráfico de personas desde la Frontera Sur hacia el resto del país, esto le valió una investigación de la DEA de Estados Unidos, tema que fue acallado desde su curul federal en el Congreso.
Finalmente una red de corrupción, impunidad, desvergüenza y estercolero es lo que se avecina con la campaña de César Amín González Orantes.
Con una “careta de empresario” el oscuro priísta usa una red de asociaciones civiles que realizan “trabajo social”, pero que aparecieron de la nada, hace apenas unos meses en la recta final de 2020, pero quienes saben de la trayectoria de César Amín, coinciden que detrás de esa máscara de “bonachón” hay un sujeto mezquino, vengativo, calculador, sanguinario, sin escrúpulos, así lo describe la publicación de Tito Alejandro González Coutiño y quienes han caído de su gracia o han sido víctimas de sus acciones.
Hoy se ha hecho rodear de varios vividores del erario, conocidos por cobrar grandes cantidades de dinero al servicio del PRI en administraciones como las de Manuel de Jesús Pano, Ezequiel Orduña, Samuel Chacón, Neftalí del Toro, muchos de ellos también usaron su posición dentro de esas administraciones para acarrearse de impunidad y privilegios, la mayoría con salarios de más de 80 mil pesos mensuales como “asesores”, hoy esas voces le hablan al oído a uno de su misma clase, que junto con José Antonio Aguilar Bodegas planean la mancuerna del bloque opositor rumbo a la elección de junio… CONTINUARÁ.
